A lo largo de las décadas pasadas, durante mis años de juventud, había estado viajando a Puerto Rico desde finales de la década de 1970, a bordo de diferentes barcos, y a finales de 1981, San Juan, Puerto Rico, se convirtió en el puerto de call para los últimos 3 barcos en los que navegaré durante los próximos años… Con orgullo cerraría ese capítulo de mi carrera de la marina mercante a la madura edad de 23 años. Regresando solo cuando tomábamos un crucero y se detuviese en la isla durante unas horas, hasta que más tarde conociera a mi esposa Damaris, quien ama a su gente, su pueblo y a su amada tierra natal, desde entonces visitamos al menos una ves al año.
Aunque la economía ya se estaba disminuyendo, debido a la mala gestión, la corrupción y la codicia de los capitalistas de estilo buitres, mientras que los padres sacaban a sus hijos de las escuelas, los maestros pierden sus trabajos y ese vacío creó un gran vacío en el estilo de vida de la gente de la isla, cuál entes fuese muy orgullosa, alegre y feliz. Al leer un artículo reciente, escrito varios meses antes del huracán María, y publicado en el prestigioso New York Times, que se jactaba de celebrar y enumerar al pueblo puertorriqueño, como las personas más felices del planeta, no estoy seguro que si el autor de ese artículo había estado pasando el rato en piña coladas, al cruce de mofongo, en algún callejón solitario y sin luz, o en algún lugar vecino a la rica avenida de gama alta en El Condado.
La realidad sombría detrás de tal engrandecimiento y promoción, aparentemente llevó incluso al puertorriqueño más serio y escéptico a creer en la publicidad falsa y poco realista, aunque sabiendo bastante bien que estaba lejos de la verdad… y la verdad estaba lejos de lo que habíamos visto en las vallas publicitarias que promovían el turismo en todo El Viejo San Juan, y en revistas de hoteles de 5 estrellas. La pobreza se avecinaba y prácticamente estaba asfixiando a esta isla y a su gente, la mayoría de los cuales eran, muy, muy pobres.
Aunque los padres, los niños y los jóvenes más capaces en edad de trabajar, se iban, la isla en masa, se dirigían al continente de EE. UU., reclamando sus derechos como ciudadanos estadounidenses para poder lograr una vida mejor, mientras que su infraestructura, rápidamente se erosionaba por minuto, de alguna manera teníamos fe. Mi esposa Damaris y yo, ya estábamos considerando invertir y tal vez retirarnos aquí antes e incluso después de la devastación causada por el huracán María, que prácticamente destruyó el país, aunque no tan pronto, pero tal vez, la necesidad combinada de ayudar y el amor por el país y su gente, precipitó tal movimiento.
Meses después del huracán y más del 90 % de la isla permanecía aún sin electricidad, agua, combustible y alimentos. Me dio mucha inspiración, ver como los puertorriqueños se organizaron para la hoy, histórica Marcha por la Unidad Puertorriqueña en Washington, DC… cual llevaría su lucha directamente a los escalones del Capitolio. Este movimiento audaz fue tal vez lo que hizo que los líderes se dieran cuenta de que este era un asunto muy serio y comenzaron a prestarle atención.
Mientras hablaba con varios profesores del Departamento de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico, Dra. Elba Díaz y el Dr. Heriberto Marin, mientras los escoltamos por las montañas a Miraflores, Orocovis, la cual ellos antes aún siendo puertorriqueños, nunca habían ido. Íbamos en el vehículo de adelante, junto a la doctora, Karen, quien al igual que su servidor tampoco era de origen puertorriqueño, e íbamos en preparación para nuestra primera misión dental. Durante la conversación, todos estaban de acuerdo en que los devastadores vientos de huracán, ayudaron a romper el delgado velo de venere, que enmascaraban la idea errónea de las islas, que eran paraíso rico y multimillonario, como el cielo, caribeño del sueño americano. De inmediato pensé, que estas personas deberían saberlo, ya que eran profesores de salud pública y organizadores fundadores de las Brigadas de Salud Puertorriqueñas. La realidad, es que Puerto Rico había quedado muy golpeado y lamentablemente el número de muertes a raíz del huracán, seguía en incremento. La depression se sentía y se veía a leguas.
Después de la mortal tormenta, ya estábamos reubicados y viviendo en la ciudad de Nueva York. Mi esposa y la mayoría de todos los que conocían a alguna persona de herencia puertorriqueña, estaban devastadas, después de semanas de no poder comunicarse con sus seres queridos y parientes cercanos. Y tan pronto como pudimos conectarnos y enviar suministros, nos embarcamos en la misión.
Mientras que ellos estaban en el aire, camino a Puerto Rico, yo en el suelo, en tierra firme, extendiéndome, entre la ciudad de Nueva York, Long Island y el estado de Connecticut, permitiendo así que los médicos y a todos los puertorriqueños con miembros de familia en Puerto Rico, abordar primero ese avión, volver a casa para ver, visitar y asegurar a sus seres queridos de que estamos aquí y que permaneceremos acá por un largo plazo. e
Recordándoles que podrían estar seguros de que nosotros les ayudaríamos.
Mientras tanto, me quedaba tierra firme, proporcionando entrega y recogida de transporte al aeropuerto, recogiendo y enviando donaciones, ayudando a organizar, futuros viajes, etc. Estas horas fueron a menudo largas, largas horas convirtiéndose en días de 24 horas de conducción por todo el estado y voluntariado para un mayor beneficio humanitario en hermandad.
Aunque mi primer viaje con la misión a Puerto Rico no tendría lugar hasta el año siguiente, el 3 de julio de 2018. Mi responsabilidad sobre el terreno en Nueva York, era más sobre la logística, ayudar a organizar las unidades y recaudar donaciones a través de la iglesia y otros donantes de buen corazón para ayudarnos a cubrir los gastos.
Damaris y yo habíamos comprado un iPad de la marca Apple con nuestro propio dinero, y habíamos llevado a cabo un sorteo para ayudar a cubrir el billete de avión, ya que se nos había ocurrido la idea de llevarnos a 5 adolescentes con nosotros, a la doctora, Karen, una especialista en pediatría y dos chaparrones, la reverenda Bridget y mi esposa, la reverenda, Dr. Damaris. Además, nos llevamos varias libras de semillas de girasol, maíz, cardo, tomates, calabazas y otras semillas que podrían ayudar a impulsar la regeneración de las abejas, mariposas y otros insectos que prácticamente habían sido eliminados… junto con la corteza de los árboles por los fuertes vientos.
Aunque, mi esposa, Rev. Whittaker y yo llegamos un día antes, para estar en tierra a tiempo, con el transporte listo para recoger a los niños y a sus acompañantes. Nuestra misión se había establecido para Miraflores Orocovis, a más de dos horas de camino en coche entre las altas y curveadas montañas, donde el Equipo Federal de Gestión de Emergencias (FEMA), tal vez debido a que estaba tan empobrecido, con la mayoría de los residentes, siendo puertorriqueños pobres y negros sin seguros, cuya mayoría de sus tejados habían sido arrastrados por los vientos. Habíamos antes, asegurado un alojamiento suficiente para nuestro grupo antes de su llegada, desafortunadamente el propietario del establecimiento @ Rocka Dura, no lo había retenido, sin un depósito considerable en efectivo, y más bien eligió rentarle al equipo de FEMA que más tarde llegaría y pagaría dichos alojamientos en efectivo.
Tuvimos que dividir nuestro grupo, dejando a los niños, su médico pediatra y su chaparón en el apartamento de tres dormitorios en Miraflores, y quedarnos en otro alquiler de Airbnb cerca de la playa en Dorado.
Aunque podría sonar relajado, y dándonos la gran en la vida bajo el sol, con nombres tan elegantes, esto no era ninguna diversión de foto; y no era un paraíso. Estábamos a más de una hora de distancia en un camino cuesta abajo que era en parte suicida, dado el hecho de que la infraestructura de la isla todavía estaba muy dañada y en mal estado.
Y aunque podríamos bajar esa montaña tarde por la noche, tuvimos que volver a subir esa colina temprano por la mañana para estar en el campo a las 7:00 a.m. con esos niños. Éramos sus líderes y no podíamos quedarnos cortos y dejarlos atrás.
Se unieron a otros jóvenes locales y trabajaron tan duro como cualquier adulto, reparando techos \ tejados, limpiando, e incluso ayudaron a las damas locales que habíamos contratado para la preparación de comidas a cocinar, limpiar y prestar plena participación en el campo. Nuestra idea era volver a inyectar economía y fe a la comunidad con las manos en alto, y no con una limosna. Creo que fueron casi cien mil dólares, que habían sido recaudados por nuestra congregación para ayudar a elevar la zona. Amarilis Pagan Jimenes, directora ejecutiva del proyecto Matria, iría directamente a la ferretería local de la ciudad y a otras pequeñas empresas locales y les daría el dinero, para que se pudieran comprar suministros y alimentos y podríamos proceder sin interrupciones innecesarias.
Así que nuestros cocineros locales podrían ir a la tienda de comestibles, identificarse y recoger los alimentos necesarios para continuar con la cocina al día siguiente.
Todo se movió tan bien que nuestros jóvenes, aunque no hablaban español, se unieron a su grupo de anfitriones de jóvenes locales que no hablaban inglés y crearon una obra de teatro, que actuaron y la presentaron para nosotros en vivo la noche antes de partir. Por supuesto, al día siguiente, los llevamos a una antigua plantación de caña de azúcar, a la playa y a otras áreas interesantes que podrían disfrutar. ¡Un éxito total!